Solitario, adicto a la televisión y sin leer libros: La vida de Trump en la Casa Blanca

3 marzo de 2017


Mar 3, 2017 @ 11:35
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Es innegable que el presidente Donald Trump ha sido una figura fuera de lo común y su rutina y costumbres no son las mismas que sus antecesores en la Casa Blanca.

Su carácter impredecible y errático parece contradecirse con una rutina más simple y menos enigmática que la de anteriores presidentes.

Barack Obama solía finalizar sus días de trabajo leyendo a solas en el Despacho Oval o en la residencia.

Consideraba que los libros le ayudaban a “parar y tener perspectiva” sobre lo que estaba aconteciendo en el mundo, reflexionar y hacer autocrítica.

George W. Bush ingresaba al Despacho Oval a las 7.30 de la mañana, para comenzar una jornada que interrumpía con una rutina de deporte que consistía en salir a correr o jugar con sus perros.

Comía en familia y dormía las ocho horas recomendadas para rendir ante las exigencias de la presidencia.

Bill Clinton salía a correr tres veces a la semana, algo que consideraba fundamental para desconectar mentalmente de la intensidad del trabajo.

Sin embargo, en la rutina de Donald Trump, que no lee libros, no practica deporte y es conocido por su dieta insalubre, las costumbres son absolutamente diferentes.

Trump se levanta antes de las seis de la mañana, al igual que lo hacía en su Trump Tower de Nueva York, pero comienza a trabajar luego de las 9 de la mañana.

Según una entrevista con The New York Times, el mandatario ve los programas matutinos de televisión en la residencia de la Casa Blanca y ojea periódicos de referencia como The New York Times o The Washington Post y a los que califica como deshonestos y falsos.

Luego de tres horas dedicadas al entretenimiento, el presidente ingresa al Ala Oeste de la Casa Blanca, donde está ubicado el Despacho Oval.

Diariamente, Trump se reúne con asesores, empresarios de distintas industrias y otros miembros del Gobierno.

Por lo general, almuerza con el vicepresidente Mike Pence en uno de los comedores privados de la residencia.

Según un estudio del Post, en torno a las seis o siete de la tarde, Trump concluye su jornada laboral y es entonces cuando vuelve a la residencia y se dedica a su agenda personal.

Y a falta de tener a su esposa Melania y su hijo Barron en Washington, ambos se quedaron en Nueva York hasta que el pequeño acabe el curso escolar, Trump finaliza su día como lo empezó: viendo la televisión y, a veces, reaccionando mediante tuits, algo que se ha tornado en una característica única de este presidente.

Por ejemplo, a los pocos días de asumir la presidencia, la cadena Fox News —una de sus preferidas— mostraba un reportaje de la violencia y el crimen en Chicago.

Luego de transcurridos 20 minutos de empezar el programa, el presidente, publicó en Twitter desde su teléfono Android: “Si Chicago no arregla la horrible carnicería que está ocurriendo, mandaré a los (policías) federales”.

La situación se ha repetido varias veces, generando asombro de periodistas y comentaristas políticos con respecto al temperamento del hombre más poderoso frente a las informaciones televisivas.

Trump ha viajado frecuentemente los fines de semana para viajar a la mansión que posee en su club privado Mar-a-Lago, que él mismo denomina la “Casa Blanca de invierno”.

Allí el presidente juega al golf y se reúne con miembros de su equipo y antiguos amigos, alejado de la presión de la capital.

Si bien es necesario un tiempo para que los presidentes se adapten al ritmo de la Casa Blanca, para Trump, una persona ajena a la política, el proceso de adaptación a la residencia ubicada en el 1600 de la Avenida Pensilvania es aún más difícil.

Quizás, para sentirse más en casa, colocó cortinas doradas en las ventanas del Despacho Oval. Así las tiene en la Torre Trump.

Fuente: El País


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