Según Lagomarsino, Nisman lo llamó por teléfono y le pidió el arma prestada. Dijo además que Nisman había recibido una llamada del exdirector de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia (despedido por CFK en diciembre) sugiriéndole que se cuidara, que desconfiara de su custodia y velara por sus hijas.
El matutino argentino agrega que la jueza del caso expresó que Lagomarsino informó que "Nisman lo llamó por teléfono y le pidió prestada el arma. Hoy en día, Diego llora todo el día. Está destruido y se siente culpable. Básicamente porque no pensó en ese momento. Se pregunta cómo no se dio cuenta de que Nisman debía tener facilidad para conseguir un arma y no evaluó por qué se la pedía a él. Hoy en día, cree que Nisman tenía tomada la decisión el sábado a la noche cuando Diego le llevó la pistola".
Lagomarino agrega, según el relato de la jueza, que el encuentro con Nisman fue breve. "Como era habitual, lo hizo entrar por la puerta de servicio. Nisman estaba solo en el departamento y lo invitó a tomar un café. Le llamó la atención que se lo tuvo que preparar él mismo. Estuvieron sentados en la mesa y Diego dice que lo vio tranquilo. Al ratito se fue, pero esta vez por la puerta principal, algo que no era usual. También recuerda que la despedida fue sin darse la mano porque justo se abrió el ascensor, donde había unas mujeres, y no le dio tiempo".
La bala en el cráneo del fiscal era de la vaina encontrada en el baño del apartamento del edificio Le Parc, del revolver que le dio Lagomarsino.
Diego Lagomarsino tiene 35 años y es especialista en informática, era empleado de la fiscalía y se hizo muy amigo de Nisman cuando le arregló una computadora a un juez de San Isidro que luego lo recomendó al fiscal.
De a poco fueron entrando en confianza hasta volverse muy cercanos. Según fuentes de la procuración consultados por Página/12, era quien contaba con el contrato más alto de la Unidad AMIA: ganaba 40 mil pesos por mes. Lagomarsino sostiene que había otros contratos por montos similares.
De acuerdo con la jueza su sueldo correspondía a que siempre debía estar listo para trabajar, Nisman solía llamarlo a cualquier hora del día -o de la madrugada- y le solicitaba que trabajara de forma remota o que fuera con él al edificio Le Parc.