Uruguay, ¿puede ser un país desarrollado?

29 diciembre de 2012


El artículo que encabeza el libro, redactado por Gerardo Caetano y Gustavo De Armas, parte de la interrogante sobre la posibilidad de que nuestro país se convierta en un país desarrollado en los próximos años. Los autores realizan un análisis realista y cauto, desprovisto de triunfalismos, problematizando la cuestión del desarrollo y aportando información y reflexión profunda sobre los desafíos que enfrenta nuestro país.

La formulación misma de la interrogante se convierte en una invitación a reflexionar sobre este aspecto. Es pertinente plantearse esta pregunta luego de una década ininterrumpida de crecimiento de nuestro PBI a tasas excepcionalmente altas; consolidando un período de crecimiento económico que algunos autores han calificado como el mayor período de crecimiento del producto per cápita de toda la historia del país.

Por lo tanto, si tomamos como criterio de evaluación la magnitud del crecimiento económico, la pregunta formulada no es trivial. Sin embargo, hablar de desarrollo es hablar de un cambio estructural que marca puntos de no retorno en las formas de funcionamiento y organización de una sociedad.

Un país desarrollado es el que ha logrado alcanzar ciertos niveles de bienestar social generalizados al conjunto de la población y, sobre todo, es un país que ha generado un sistema de producción suficientemente diversificado y sostenible en el tiempo.

Alcanzar el desarrollo no es simplemente lograr ciertas magnitudes en algunas variables económicas y sociales más o menos relevantes; implica haber construido una estructura de oportunidades y de acceso a bienes y servicios capaz de sobrevivir a los vaivenes coyunturales y a eventuales cambios de tendencia de la economía mundial.

Pues bien, parece muy difícil sostener que Uruguay se encuentre cerca de alcanzar el estatuto de un país desarrollado dadas ciertas características inocultables de nuestra realidad nacional.

En primer lugar, no parece un buen indicio que los principales temas de la agenda pública que estaban pendientes en 2009, amenacen mantenerse como asuntos pendientes de la agenda electoral de 2014. Si la seguridad, la educación, la reforma del Estado y el desarrollo de la infraestructura física siguen siendo los principales asuntos pendientes, entonces la conclusión inevitable es que muy poco se ha avanzado en los últimos tiempos en la solución de estos asuntos.

En segundo lugar, el análisis del inventario de bienes y servicios que nuestro país produce y exporta al mundo indica que no ha habido una gran transformación en la incorporación de valor agregado a nuestra oferta productiva. Es cierto que el sector agropecuario ha sufrido una profunda transformación en sus formas de producción y en su productividad, pero no menos cierto es que la capacidad de incorporar valor en nuestras cadenas productivas ha sido, hasta ahora, muy modesta.

En tercer lugar, la competitividad de nuestro país presenta signos notorios de deterioro que pueden afectar la evolución de nuestra trayectoria económica. Un país desarrollado debe necesariamente alcanzar importantes y estables niveles de competitividad que no amenacen la tendencia de crecimiento.

En cuarto lugar, es difícil pensar que nuestro país pueda alcanzar el desarrollo si no es capaz de orientar su política económica con sentido anticíclico, de manera tal que sea capaz de dar garantías de estabilidad y respuesta ante eventuales circunstancias de crisis del contexto externo.

En quinto lugar, no es compatible hablar de desarrollo mientras nuestro sistema educativo exhiba indicadores tan negativos en aspectos básicos como la cobertura, la repetición, la calidad de los contenidos y su estructura curricular. La posición de nuestro país en términos internacionales, desde el punto de vista de nuestros logros educativos, es cada vez más negativa.

Pero además, no es posible imaginar un país que pueda calificarse como desarrollado si uno de cada cuatro uruguayos se encuentra en situación de pobreza, indigencia o vulnerabilidad. En efecto, si bien la población en situación de pobreza se ha reducido a 13.7% a fines de 2011, sin embargo existe un porcentaje bastante similar de ciudadanos que, aunque no se encuentran en situación de pobreza por su nivel de ingresos, están en situación de vulnerabilidad puesto que no han alcanzado a generar un capital social que lo ponga a buen recaudo frente a eventuales nuevos riesgos sociales.

En síntesis, es muy bueno preguntarse qué nos falta para convertirnos en un país desarrollado, pero también es muy bueno no marearse ni confundir el desarrollo con el crecimiento económico. Es cierto que no puede haber desarrollo sin crecimiento económico, pero también es cierto que no basta con el crecimiento económico para alcanzar el estatuto de un país desarrollado.

Todos queremos que nuestro país se convierta en un país desarrollado, pero a la luz de los hechos, deberá pasar mucha agua por debajo del puente antes de llegar a la meta.

Por Pablo Mieres


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