Siempre para después

16 diciembre de 2012


En su momento valoramos muy positivamente este anuncio porque desde hace muchos años venimos reclamando la incorporación de este componente básico de las políticas sociales para que tengan un contenido de dignificación de las personas y de integración social.

Sin embargo, otra vez todo ha quedado en vanos anuncios incumplidos. Ayer el Ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, compareció ante la Comisión de Población y Desarrollo de la Cámara de Diputados e informó que la anunciada modificación, tan necesaria e importante, ha quedado postergada para “más adelante”.

Por un lado, esta respuesta agrega un nuevo episodio en la gestión de un gobierno que sigue anunciando mucho y haciendo poco. Sin ninguna duda para cualquier presidente esta situación hubiera representado una afectación de su imagen y autoridad. Sin embargo, en este caso ya estamos acostumbrados a la ausencia de correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Por otro lado, esta nueva postergación, sin plazo y sin convicción sobre la efectiva voluntad de cumplir con la iniciativa, ratifica el camino emprendido por el gobierno con respecto al diseño y la forma de ejercer las políticas sociales.

Nosotros compartimos la necesidad e importancia de que existan políticas sociales potentes dirigidas a las personas en situación de pobreza o marginalidad. Es parte de nuestra concepción social, comprometida con la búsqueda de la justicia social y la equidad.

Estamos convencidos de que el simple juego de la competencia y del libre mercado no asegura resultados sociales justos, por lo que impulsar una batería de políticas y programas sociales potentes es parte de nuestra concepción política.

Pero, desde hace muchas décadas ha existido un debate conceptual profundo sobre las diferentes formas de ejecutar los programas y políticas sociales.

Básicamente la discusión se canalizó entre los enfoques asistencialistas y los enfoques promocionales. Los primeros tenían como finalidad la respuesta inmediata a través de la dádiva de bienes o servicios sin exigir ningún tipo de contrapartida o contraprestación y se identificaban con las prácticas políticas de los sectores más conservadores de la sociedad, a los que se acusaba, además, de cumplir con objetivos clientelísticos, en la medida que dar sin exigir genera inevitablemente una relación de dependencia del que recibe con respecto al que da un bien o servicio.

Los planteos promocionales, identificados con las concepciones políticas de izquierda, señalaban que “no había que dar pescado sino enseñar a pescar”, para explicar que las políticas sociales debían estar orientadas a dignificar a las personas beneficiarias con el objetivo de que recuperaran su autonomía para valerse por sí mismas y dejar de depender de las ayudas públicas.

Esta disyuntiva entre asistencialismo y promoción social sigue teniendo plena vigencia, nada más que es un gobierno de izquierda el que, paradójicamente, hoy practica las mismas modalidades asistencialistas que le cuestionaba a la derecha tradicional en nuestro país.

Es incomprensible e inaceptable que en el actual contexto de crecimiento económico que vive este país no se instrumenten programas sociales con contenido promocional efectivo. Es más, se está incumpliendo el mandato legal; porque la ley obliga, por ejemplo, a que el Estado exija a las familias que reciben las asignaciones familiares que envíen y mantengan en el sistema educativo a sus hijos menores.

En cada programa, en cada proyecto es posible diseñar un modelo promocional que sustituya la mera dádiva asistencialista. Es fundamental que la persona que recibe una ayuda tenga que esforzarse y lograr algo a cambio, no para perjudicar o molestar al beneficiario sino, por el contrario, para que la persona se ayude a sí misma y pueda recuperar su capacidad de vivir de su propio trabajo.

La enorme cantidad de recursos crecientes que nuestro país está asignando a las políticas sociales deben generar resultados sociales sustentables y de largo aliento. Es inadmisible que no se logren resultados de largo plazo a partir de los recursos aplicados, no es aceptable que los beneficiarios de los planes sociales se perpetúen en la situación de dependencia mientras el país exhibe las tasas más bajas de desocupación de la historia. Es una gran irresponsabilidad que no se construya un sistema de incentivos y exigencias que empujen y presionen a los beneficiarios de los planes sociales a dejar de vivir de subsidios e incorporar un componente de auto sustento a través del acceso a nuevas oportunidades laborales.

Esta es la verdadera concepción de cambio social en las políticas sociales, no la concepción asistencialista que hoy predomina en la práctica de las políticas sociales del MIDES. Muy parecida a las viejas políticas y programas sociales que llevaban adelante los gobiernos conservadores de este país y que merecían, por buenas razones, fuertes cuestionamientos en aquellos tiempos.

Por Pablo Mieres


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