Hugo Batalla: un referente imprescindible

9 febrero de 2014


Sin embargo, lamentablemente, la evocación de la figura de Hugo Batalla ha quedado injustamente relegada en la memoria política de los últimos años, a pesar de que su presencia y sus decisiones tuvieron una incidencia decisiva en procesos y realidades de la política uruguaya desde comienzos de los años sesenta hasta su fallecimiento en 1998.

Seguramente la explicación principal de tal olvido refiere a que sus decisiones fueron, sin duda, polémicas y su gran libertad para asumir diferentes posiciones y emprender diferentes caminos, determinaron que ninguna de las fuerzas políticas mayoritarias lo incorporara en su lista de referentes históricos.

Sin embargo, lo que hace grande a Hugo Batalla no son las decisiones políticas concretas que tomó desde el punto de vista electoral, las que pueden ser más o menos compartibles. Lo que hace grande a Hugo es el conjunto de valores que presidieron su accionar a lo largo de toda su vida.

No vamos a dedicarnos a realzar sus cualidades y su calidad humana, Leonel García en su libro lo hace con total certeza y documentación. Pero ciertamente, “el Hugo” fue un ser humano entrañable, pleno de humanidad, de bonhomía, humildad y una enorme calidez que lo hacía sentir cercano a cualquier persona que se le acercara.

Se la jugó sin medir consecuencias en la noche dictatorial. Le tocó quedarse en el país y asumió con enorme dignidad y sin ningún renunciamiento su posición de un político profundamente comprometido con la democracia y con la transformación social con un definido contenido de equidad y justicia social. De hecho se definió y definió a su partido como representante del socialismo democrático.

Como reseña bien Leonel García, él proclamaba con orgullo su actuación durante la dictadura mientras muchos otros no se animaban ni siquiera a manifestarse en contra de la corriente autoritaria que dominó al país durante una década. Fue abogado de Líber Seregni cuando muchos miraban para el costado, hacían un alto en el camino o dudaban sobre lo que había que hacer.

Le tocó concentrar el favor popular mayoritario dentro del Frente Amplio (del que fue fundador en 1971 junto a su líder histórico, Zelmar Michelini) alcanzando un rutilante éxito electoral en las elecciones de 1984, representando al 40% de los votantes del Frente Amplio.

Fue fundador y primer líder de la tradición del cuarto partido en el Uruguay, cuando se produjo la ruptura entre las dos izquierdas que convivían en el Frente Amplio. Se convirtió entonces en candidato presidencial y líder del primer Nuevo Espacio en 1989.

Es público y notorio que no compartimos ni entendimos su decisión final de regresar al Partido Colorado para acompañar a Julio Sanguinetti en la campaña electoral de 1994; pero esa diferencia política concreta no nos impide reconocer y reafirmar nuestro afecto y empatía con el valor político y humano de Hugo Batalla y lo que esté representó en la vida política de nuestro país.

Porque lo que realmente jerarquiza a Hugo Batalla es su forma de concebir la actividad política que lo acompañó durante toda la vida, por encima de las decisiones concretas que tomó.

Era un líder político cercano, humano y totalmente accesible, el libro de García muestra en toda su plenitud esa característica. Hugo recibía a todo el mundo, nunca se situó en un pedestal, su carisma y su liderazgo se expresaban en esa empatía y proximidad al ciudadano común que se concretaba en el apego absoluto a la experiencia barrial como vecino de un barrio popular.

Se preocupaba por ayudar a los demás con total independencia del cálculo político. Era la quintaesencia de lo que los uruguayos valoramos como ideal de la igualdad y la cercanía. Esa máxima tan uruguaya de que “naides es más que naides” se corporizaba plenamente en la forma de ejercer la política de Hugo.

Cuando a veces observamos otras formas distantes y jerárquicas de ejercicio del liderazgo, valoramos plenamente ese trato horizontal, cercano y afectuoso que Hugo dispensaba a todo el que se lo solicitaba.

Fue, también, el paradigma de la honestidad y el desprendimiento. Después de haber alcanzado las jerarquías políticas más altas y el mayor reconocimiento popular; después de haber vivido las “mieles del ejercicio de los cargos mayores” murió sin haberse enriquecido en lo más mínimo. Por el contrario, nació humilde y murió humilde, porque su sentido de la honestidad y del servicio a los demás eran los valores principales que adornaron su vida.

Siempre orientó sus actos movido por la búsqueda de lo que, en el acierto o en el error, él creía que era lo mejor para el país. Sus decisiones, incluso las más difíciles (algunas de ellas largamente meditadas) siempre estuvieron guíadas por una interpretación de la situación del país y una evaluación personal de lo que entendía como la mejor manera de servir a su querido pueblo.

Finalmente, su coraje. Muchos creían ver en la calidez y la bondad de Hugo a un ser débil, dubitativo o poco firme. Nada más lejano de la verdad, y este es, quizás, el punto que, con acierto, mejor destaca Leonel García. Hugo Batalla era un hombre valiente, con un coraje propio de los verdaderos valientes. Nunca fue altisonante ni hizo alarde de su valentía, pero así como asumió con determinación su firme oposición a la dictadura con hechos muy concretos, también tomó decisiones políticas en democracia para las que había que tener mucho valor y decisión para asumirlas. El título del libro “Hugo Batalla. Las luchas más duras” justamente destaca esta arista particularmente relevante de su personalidad. Suele ocurrir que en la vida los más valientes no son los que hacen alharaca de esa virtud ni los que se expresan estentóreamente, sino los que a la hora de la verdad, detrás de su bondad y bonhomía, poseen la mayor firmeza y decisión.

Por todo eso y mucho más, para nosotros, a la hora de establecer quienes son aquellas figuras que han inspirado nuestro camino político, hemos elegido a Hugo Batalla, junto a sus compañeros de camino Zelmar Michelini y Juan Pablo Terra y junto a otros dos olvidados de la izquierda nacional: Carlos Quijano y Arturo Ardao, como nuestros referentes directos.

Así es que el Partido Independiente al celebrar sus primeros diez años homenajeó a esas cinco figuras que representan la inspiración de nuestra lucha política. Sin pretensiones de exclusividad, ni búsqueda de aprovechamientos políticos menores. Pero lo cierto es que luego de haber leído el libro, nos sentimos gratamente ratificados en la opción tomada: Hugo Batalla es uno de nuestros inspiradores del camino político elegido.

Por Pablo Mieres.


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