El 26 de enero, la tarde parecía tranquila en el club juvenil Wittenburg, situado junto a un parque infantil en el centro de Ámsterdam, donde se realizaba un curso de cocina y clases de kick boxing.
La jornada, pensada para reforzar la fraternidad entre vecinos, se vio interrumpida cuando dos hombres armados y con pasamontañas ingresaron a los gritos buscando a un tal Gianni.
Niños y madres se tiraron al suelo mientras los encapuchados, visiblemente nerviosos dispararon indiscriminadamente antes de huir en un coche robado dejando un rastro de miedo y sangre.
Mohamed Bouchikhi, de 17 años, yacía muerto. Otra joven de 20 años fue herida en su pierna. Gianni, el joven de 19 años buscado por los pistoleros, resultó malherido.
En los últimos tiempos tanto el Gobierno de Holanda como la policía están de acuerdo que el país presenta las características de un ‘narcoestado’.
El centro atacado a balazos está ubicado en una zona portuaria de la capital holandesa. Se trata del segundo asesinato ocurrido en los tres últimos meses, en un área que se ha convertido en escenario de asaltos inusitados.
La policía considera que la mayor parte de los ajustes de cuentas se deben tráfico de drogas.
“Ha sido un tema tabú hasta ahora, a pesar de que el crimen organizado ajusta cuentas a tiros a plena luz del día, se dejan cabezas cortadas frente al negocio del rival y una economía paralela blanquea fondos a domicilio. En los últimos 30 años, además, los pequeños traficantes holandeses se han convertido en grandes inversores en inmuebles. En definitiva, estos son los rasgos de un narcoestado”, expresa Jan Struijs, de 56 años, presidente del Sindicato de Policía.
Tras entrevistar a unos 400 inspectores, el Gobierno llega a conclusiones similares.
Struijs, quien fue comisario y director de la Academia de Policía, solicita el refuerzo de 2.000 agentes para luchar contra el crimen organizado, donde los pistoleros son cada vez más jóvenes.
“Holanda es un país seguro, pero hace una década un asesinato por encargo costaba unos 50.000 euros y el pistolero era un profesional adulto. Ahora cuesta 5.000 euros y el autor es un menor. Suelen provenir de familias rotas, y sus ídolos son tipos al volante de un cochazo que finge ocuparse de ellos, y les asegura que tendrán dinero y estatus. En uno de los últimos casos, el que mató a dos personas tenía 16 años. El inductor sabe que a esa edad pasarán unos cinco años encerrados y les hacen promesas para cuando salgan”, señala Struijs.
El aumento de la violencia en Holanda comenzó en 2012 en el puerto de Amberes cuando un cargamento de 200 kilos de cocaína fue robado y terminó enfrentando a dos grupos rivales, uno de origen antillano y otro marroquí.
“Han ido matándose entre ellos desde entonces. Hay más de 20 muertos. Hoy puede decirse que hay dos cabezas, ambas en la cárcel. Son Naoufal F. y Benaouf A., y muchos grupúsculos”, explica Mick van Wely, especialista en el crimen organizado del diario De Telegraaf.
Fuente: El País de Madrid
Turismo
Mientras en Uruguay la regularización del mercado de la marihuana ha traído un profundo debate sobre qué imagen presentamos hacia el exterior, Holanda siempre ha sido visto como un modelo en materia de legalización.
Incluso observó a Uruguay para ver de qué manera establecía esa política. Durante un tiempo, periodistas holandeses estuvieron en el país para conocer la experiencia uruguaya y comparar modelos ante lo que parece ser un inminente cambio de paradigma en la regulación en ese país.
Tras ser consultado en el programa Fuerte y Claro de Radio Informarte, sobre la posibilidad de que la normativa vigente en Uruguay respecto a la regulación del mercado de la marihuna motive, sin querer, la generación del denominado “turismo cannábico”, el secretario general de la Junta Nacional de Drogas (JND), Diego Olivera, respondió que observa como lejana esa posibilidad y destacó las campañas informativas que se han desarrollado. Escuche la entrevista.
https://www.dropbox.com/s/kv4uxmlhiavyrbe/Fuerte_y_Claro_-180319-Entrevista_a_Diego_Olivera.mp3?dl=1
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